miércoles, 17 de junio de 2015

REVISTA PUNTO DE PARTIDA UNAM

Manabí, 1976 Poética La búsqueda de la armonía entre la palabra y el sonido será siempre el norte de lo que escribo, y aunque mucho se hable de la inexistencia de las musas, de la inspiración, de que sea cursi o esté fuera de uso la llegada de ese estro que con su furor inunde todo, para mí resulta indivisible a la hora de escribir poesía. Es como una especie de confabulación entre razón y subconsciente; prescindir de él sería negar mi propio acto de escritura; es un momento, un chispazo donde surge —en muchas ocasiones— casi casi de cuerpo entero la totalidad de un poema. También en sueños, ese estro asoma ante la somnolencia y el papel, me hace escribir aquello que codificaré al día siguiente, aunque a veces nada lo satisface y se convierte en tábano que atormenta entre delirios hasta sacarme en la madrugada de la cama, y me sigue atormentando semanas enteras. El resto siempre será el oficio de escritura y reescritura, pulir y tirar, tomar y retomar, aunque también haya temporadas enteras sin el más mínimo deseo de reencuentro entre el papel y la palabra, tiempos de ocio total, cuando me involucre en las cosas más inverosímiles para luego caer entera ante la urgencia de la escritura, donde cada palabra tendrá su propio tiempo y los ignorados vocablos entrelazarán su voz para formar un nuevo canto. Una taza de café, la caja de cigarrillos blancos, el tono ronco de la música del ídolo de Úbeda o de algún trovador cercano serán el complemento perfecto bajo el cual sigan surgiendo las palabras que después de terminadas leeré a voz en pecho para corroborar la armonía. La poesía debe ser vívida y vivida, de lo contrario será artificio fraguado entre el maravilloso mundo del copia y pega de los tiempos de globalización, no será mas que el resultado de palabrerías sin sentido, sin cuerpo y peor aun sin alma, poesía forjada en las interminables latitudes del ciberespacio donde muchos convierten su llamada “poética” en collages de palabras rebuscadas, crucigramando acentos y fonemas que no dicen absolutamente nada. El poeta es el escritor que nunca podrá apartarse totalmente de la subjetividad, así el tratamiento del tema poetizado será siempre para mí una amalgama de lo que vivo y creo, acompañado de una buena dosis de creatividad, raciocinio y conocimiento; el resto, insisto, lo hará ese tábano y su estro. Duelo Haré todos los duelos a esta muerte cortaré mis uñas mi cabello lo vestiré de negro, así como a mi cuerpo. Colgaré una manta en tu retrato. Iré dibujando espacios, esquinas de laberintos y bares. Con los ojos vendados, diagramados lapidados de salitre, emprendo los duelos pertinentes, hasta que liquide la hecatombe de la almohada, de la espalda, del derecho y del revés Porque cuando me recupere de los golpes contra puertas escaleras y ventanas, entregaré a Abraham, a Isaac, y a todos los profetas los sacos de ceniza donde guarde los duelos de esta muerte De El regreso de Lolita, inédito El regreso de Lolita Yo soy Lolita Así los Lobos esteparios me desenreden las trenzas con sus dientes, y me lancen caramelos de cianuro y goma. Intuí mi nombre aquel día del puerto con los náufragos ¿recuerdas? Y aquel combate con Vladimir, el implacable. Sé que soy Lolita, lo supe cuando me entregó sus manos laceradas de escribirme. Por eso cuando apareciste suplicante a contarme tus temores, te dejé tocarme, morder mis brazos y rodillas, te dejé mutilar entre mis piernas los temores de Charlotte. Sabía que tu vieja espada cortaría una a una mis venas, mis pupilas, y me burlé cien veces de tu estupidez de niño viejo llorando entre mi vientre. Y cuando todos los náufragos del mundo volvieron a mi puerto a entregarme dádivas que yo pagaba, con calostro y carne tú saltaste tras mi sombra, mientras yo huía, mientras yo bailaba. Por eso soy Lolita, la nínfula de moteles y anagramas que vuelve con la maleta al hombro a retomar tras años el pasado. De El regreso de Lolita, inédito La casa vacía No invites a nadie a nuestra casa pues repararan en puertas, paredes, escaleras y ventanas, mirarán la polilla en los rincones, los cerrojos oxidados, las lámparas ciegas, arruinadas. No traigas a nadie a nuestra casa pues no tendrán más que angustia de tu mesa, de tu cama, del mantel, del mobiliario, se reirán de pena por las tazas, fingirán nostalgia de mi nombre y reirán también de nuestra hamaca. No traigas más gente a nuestra casa pues te escribirán canciones, te entusiasmarán el alma, te susurrarán traviesos, sembraran una flor en tu ventana. Por eso no debes, te lo ruego, traer más gente a nuestra casa pues se pondrán rosados, verdosos, rojizos o azulados, al descubrir paredes rotas las plantas marchitadas. Querrán barrer en los rincones querrán abrir nuestras persianas y encontrarán seguro entre mis libros las excusas perversas que buscaban. No traigas más nadie a nuestra casa, así descubrirán nuestros absurdos te llevarán lejos a otras playas te contarán historias de naufragios te sacarán a rastras de esta casa. De Alivio demente, Allapamanda, 2008 Siomara España Muñoz (Manabí, 1976). Es licenciada en Literatura y Español. Fundadora del grupo literario Re-verso. Mereció el primer premio de Poesía Universitaria (2008) y fue finalista del concurso de cuentos Jorge Luis Borges (2008). Ha publicado Concupiscencia (2007) y Alivio demente (2008). Consta en varias antologías ecuatorianas y extranjeras. Ha participado en diferentes encuentros poéticos, dentro y fuera de su país. Parte de su obra ha sido traducida al inglés.

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